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De zapatos ergonómicos, calzado minimalista y Mamor Shoes

  • Foto del escritor: Agnes Barth
    Agnes Barth
  • 11 oct 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 4 nov 2019

Zapatos ergonómicos, calzado minimalista y Mamor Shoes


¿Has escuchado hablar del calzado minimalista? ¿No? Bueno, si estás leyendo esto, lo más seguro es que sí sabes algo del zapato ergonómico. Entonces, antes de contarte de nuestra idea de un zapato sano, vamos aunando conceptos:



Conocemos los zapatos ergonómicos como ”pantuflitas gateadoras” o “mocs” de cuero o tela para bebes que están en la etapa de gateo o están dando sus primeros pasos. Se caracterizan por ser muy flexibles, livianos y traer una suela plana y delgada de cuero, goma o de una tela antideslizante. Algunas marcas comerciales también venden zapatos ergonómicos tipo calcetín con suela o zapatos con diseños más clásicos, pero con una suela delgada y blanda.



La idea detrás de este concepto de calzado es simple y genial: ofrecer protección ante el frio, el calor y objetos cortantes sin interferir en la función natural del pie.

En la edad adulta, el pie consta de 26 huesos, 19 músculos y 107 ligamentos, que son los que sostienen todo nuestro peso y nos permiten desplazarnos.


Para profundizar un poco más resumiré aquí las funciones necesarias para que nuestros pies puedan cumplir con su gran tarea:

  • Los pies deben adaptarse a superficies irregulares para darnos el equilibro necesario para mantenernos parados.

  • Funcionan como una palanca rígida que crea las fuerzas necesarias para caminar.

  • Trasladan las fuerzas de rotación producidas por la cadera.

  • Absorben el constante impacto que se genera con cada paso.


Como ves, la tarea de los pies es bastante compleja y no la pueden realizar solos, sino en conjunto con los músculos, tendones, ligamentos y articulaciones de todo nuestro cuerpo. Este proceso es dirigido por nuestro cerebro, la mayor parte del tiempo de manera inconsciente; más específicamente por la corteza motora primaria.


Para lograr a la perfección la coordinación necesaria, nuestro cuerpo (y nuestros pies) se entrena y aprende, los músculos se fortalecen, las conexiones neuronales se establecen y aumentan, etc. Este aprendizaje se inicia durante nuestra gestación y ocurre fuertemente todo durante los primeros años de vida (aunque yo diría que nuestro aparato locomotor no deja de aprender nunca hasta que dejemos de caminar).


Y mientras más estimulo, más aprendizaje.


Y aquí volvemos a los zapatos ergonómicos. Queremos que los pies de nuestros bebes reciban todos los estímulos posibles y que tengan toda la libertad para reaccionar frente a estos estímulos, para que crezcan las conexiones neuronales, músculos, tendones etc.

¿Cómo logramos esto? Muy fácil: dejar los pies descalzos. Nuestros pies naturalmente están hechos para asumir todas sus funciones de manera perfecta, solo tenemos que permitir que lo hagan.

Un resultado del desarrollo correcto de músculos, huesos y tendones es el levantamiento del arco plantar que termina de formarse alrededor de los 3 a 4 años de edad.


Aunque el desarrollo natural de los pies esta determinado por la genética, los niños necesitan poder moverse de forma libre para aprender a usar los pies de manera correcta. Zapatos que restringen la libertad del movimiento le quitan al niño la opción de rodar correctamente sobre el pie y pueden ocasionar daños en los pies desde muy temprana edad. De hecho el 98% de los niños nace son los pies sanos, mientras que las deformaciones de los pies se producen durante la vida por diversas razones.


Como el resto del esqueleto infantil, los huesos de los pies son blandos y están en constante crecimiento hasta la adolescencia, momento en el que se osifican por completo y empiezan a crecer de forma casi inapreciable, por lo que durante la infancia están especialmente propensos a sufrir las malas consecuencias de un calzado inapropiado.


Como primer resumen podemos entonces decir que no necesitamos zapatos para (aprender a) caminar; ¡necesitamos pies libres para poder caminar bien!


Bueno, en invierno hace frio, en verano la calle llega a hervir de calor y, además, nuestro mundo está lleno de objetos que podrían dañar a nuestros pies y no queremos hacernos daño ni mucho menos queremos que nuestros pequeños hijos se hagan daño. Además, en nuestra sociedad tiene poca o nada aceptación andar a pie pelado, así que nos ponemos zapatos, y les ponemos zapatos a nuestros hijos, algunos incluso desde el primer día de nacido. Pero nosotros, que ya hemos entendido la importancia del movimiento libre, agradecemos el invento del zapato ergonómico[1] y dejamos los niños descalzos cada vez que se pueda (y la suegra no lo vea).


Hasta aquí vamos bien. Pero ahora viene la gran pregunta:


Si los zapatos ergonómicos son tan maravillosos, ¿Por qué solo los venden para niños pequeños?


Y con ella surgen un par de dudas más: ¿Acaso los niños desde los 2 o 3 años en adelante no necesitan estimular la planta de sus pies? ¿Los niños que ya caminan bien no se benefician de los zapatos flexibles? ¿Los músculos de pies preescolares e incluso adultos no deben entrenarse?


Para ser honesta, no conozco las respuestas. Me temo que algo tiene que ver la moda, los ideales de belleza, (probablemente los más sospechosos en este cuento) la industria y el comercio. E incluso muchos profesionales del área de salud nos han hecho creer que mientras más elaborado sea el zapato, mejor para nuestro pie.



Bueno, cualquiera sea la respuesta, el resultado es que metemos a nuestros pies dentro de zapatos duros, puntudos, a veces pesados y casi siempre entaconados y que además nos quedan chicos. Las consecuencias llegan a ser desastrosas: pies que se han adaptado a la forma del zapato y que con han perdido su forma y función natural, causando inflexibilidad y dolor en todo el cuerpo, llegando hasta la cabeza.


Y en este punto empieza a resonar en mí una de mis verdades personales: “mientras más natural, mejor para mi” o con otras palabras: “la naturaleza (o evolución[2]) lo ha hecho perfecto, puedo confiar en ella” Es una verdad que he descubierto durante mi primer embarazo, que ha crecido con mis dos partos y que ha sido confirmada a diario por mis hijas.


Y bueno, esta verdad aplica también para mis pies. Afortunadamente durante los últimos 3 años me he dado cuenta que no estoy sola con esta convicción ya que me he encontrado con el concepto del “calzado minimalista”.




Vamos entonces por la definición del segundo concepto: Un zapato minimalista es la continuación del zapato ergonómico, pero esta vez no solo para los más pequeños, sino para todos los pies de todas las edades. Se trata de zapatos (o zapatillas, porque los primeros de su especie salieron en el mundo del deporte) que son lo menos zapato posible para crear una experiencia lo más parecido a correr o andar descalzo. Igual a los zapatos ergonómicos son zapatos muy flexibles, con una suela muy delgada y plana, es decir sin levantamiento del talón o los dedos o soporte para el arco plantar. Unos de los primeros zapatos bajo este concepto eran los “guantes para pies” de la marca Vibram FiveFingers. Con ellos se inició la Revolución Barefoot y en los últimos años, principalmente en Europa y los EEUU, se han instalado diversas marcas de zapatos minimalistas para cada estilo y ocasión.


Y no solo una nueva rama en la industria del calzado, ni el grupo de fans del zapato minimalista que va en rápido aumento, sino incluso recientes investigaciones científicas demuestran que “mi verdad” no es solo una experiencia personal, sino que efectivamente caminar (como) descalzo podría ser muy beneficio para nuestro cuerpo.


Un grupo de investigadores bajo la responsabilidad de Nicholas Holowka de la Universidad de Harvard y el alemán Daniel Lieberman, investigador líder en la salud del pie, comparó los efectos del uso de modernos zapatos “acolchados” con el no uso de zapatos como aun es practicado en algunos pueblos africanos.[3] Los investigadores descubrieron que un pie cubierto de callos como los que se forman en los pies que están frecuentemente expuestos a los elementos crudos, nos brinda mejor protección que los zapatos. Además, demuestran que los zapatos en realidad han insensibilizado nuestros pies, al mismo tiempo que cambian la forma en que caminamos.


Como resultado se encontró que los caminantes descalzos, a pesar de los callos gruesos, podían sentir muy bien el suelo bajo sus pies y transmitir esta información al cerebro. Los zapatos en cambio impiden la recepción de tal información con la consecuencia de que nuestro caminar no se adapta a las condiciones dadas y nuestros reflejos se ven disminuidos. A la larga esta falta de retroalimentación desde la planta puede haber cambiado incluso nuestra forma de caminar, alejándonos cada vez más de la manara natural que tenían nuestros antepasados sin zapatos.


Los investigadores descubrieron que toda la suavidad y aislamiento que proporciona un zapato moderno no hacen que el impacto de cada paso desaparezca. Al contrario, en vez de usar nuestros músculos para controlar cada pisada, nos confiamos de manera inconsciente en la suela del zapato. Nuestros pasos se vuelven imprudentes y dejamos caer los pies hasta 3 veces más fuerte que un caminante descalzo. Gracias a la suela de goma nuestros pies no sienten de forma directa la energía recibida, pero esta si se transfiere a las articulaciones más arriba de la pierna, principalmente a la rodilla y esto podría ser una de las razones del aumento artritis en esta zona.


Los investigadores sugieren seguir estudiando los efectos del zapato y orientarse en el callo natural del pie para el diseño de nuevas suelas.

¿Suena bastante convincente o no? Bueno, por lo menos a mí me hace sentido. Un musculo necesita ocuparse para ser fuerte y una conexión neuronal necesita estímulo para mantenerse vigente. Y de alguna forma, gran parte de los músculos de nuestro cuerpo se fundamentan en nuestros pies, es decir, están conectados con ellos de manera más o menos directa.


Mientras más movilidad tienen nuestros pies, mas movilidad tiene nuestro cuerpo y mientras más trabajo de damos a nuestros pies, más fuerte se hacen sus músculos. Desde esta lógica podemos entender los testimonios de tantas personas que han sentido mejoras notables en cuanto a dolores de pie, rodilla, cadera, espalda, nuca o cabeza desde que han dejado de usar zapatos rígidos que mantienen el pie inmóvil y que, gracias al talón levantado o la plantilla para el arco plantar, le dan al pie una posición no natural. Muchos fans del calzado minimalista también han manifestado mejoras notables en las diversas deformaciones de los pies por el simple hecho de volver a darle trabajo a cada musculo según como la naturaleza lo ha diseñado.



Bueno, ahora hemos leído mucho sobre la movilidad de nuestros pies dentro de un zapato y hemos entendido la importancia de una suela delgada, plana y flexible para que un zapato nos pueda ofrecer la mayor flexibilidad posible, tanto como para los niños como para los adultos. Pero aún me falta indagar un poco más en otro aspecto importante para que un zapato sea respetuoso con nuestros pies: Aparte de su función ¡también nos debería preocupar su forma!


Ya sabemos: mientras más natural mejor; pero ¿qué significa esto en concreto para el diseño del zapato?


Un calzado que respete la forma del pie no lo comprime, aprieta, ni sitúa en una posición distinta de la que sería natural. Tampoco restringe, limita o evita sus movimientos naturales durante la marcha o la carrera. Un calzado anatómicamente bien diseñado se adapta a la forma del pie. ¡El pie nunca debería adaptarse a la forma del zapato!


¿Dónde notamos que nuestros pies se han adaptado a los zapatos que hemos usado? ¡En nuestros dedos! Un pie natural y sano, como lo podemos ver en algunos pueblos originarios que no usan zapatos, presenta dedos abiertos que apuntan levemente hacia afuera, formando una V. El punto más ancho del pie se encuentra en la zona de los dedos.


En cambio, en el mundo “culturalizado” encontramos casi exclusivamente pies rectos con una forma parecida a una caja, causado únicamente por el uso de zapatos que no corresponden a la forma natural del pie y restringen la apertura de los dedos. Los zapatos que usamos comúnmente se estrechan hacia adelante, terminando en una puntera redonda o puntuda y obligan a los dedos a orientarse hacia adentro y en casos extremos, incluso sobreponerse uno al otro.





Entonces, para poder considerar sano a un zapato, su puntera debe ser tan amplia que permita que los dedos puedan expandirse durante la fase de carga en la marcha o carrera. Los dedos no deben tocar la punta del zapato.

Mientras caminamos, en cada paso, nuestros pies se mueven y expanden dentro del zapato debido a la fuerza del peso, por lo tanto, para no apretar los dedos, un zapato tiene que ser más largo que el pie, pero ¿cómo saber cuánto espacio necesita nuestro pie dentro del zapato?


Tres distintos estudios en Alemania y Austria han medido y analizado pies y zapatos de hasta 20.000 niños y han descubierto que necesitamos entre 7 y 12 mm de “margen de expansión” [4]. Este margen es independiente de la talla, es decir, tanto los pies de niños como de adultos necesitan “un dedo” de espacio; algunos corredores de maratón incluso usan zapatos que son 20 mm más largos que sus pies.


Para pies en crecimiento, además, se debe considerar un margen de crecimiento de máximo 5 mm, por lo que un zapato nuevo para un niño debería ser de 17 a 12 mm más largo que el pie y debe ser cambiado más tardar cuando quedan 7 mm de espacio.


Los estudios también demostraron que casi el 70% de los niños (y también muchos adultos) usan zapatos demasiados pequeños, mientras que solo el 22% usan zapatos en la talla correcta. Y para hacer el tema más difícil para nosotros como papás, los niños no sienten ni expresan que el zapato les quede chico, ni siquiera cuando sea por 3 o 4 números, es decir, cuando el zapato es más de 1 cm más corto que el pie. Alarmante ¿no?


Lea aquí como medir de manera correcta el pie y como comprobar el largo del zapato.


Además del largo, es importante fijarse en la altura interna de la puntera y en el ancho correcto en la zona del empeine. Una puntera muy plana no permite que los dedos se expandan de manera libre, por lo que el posible margen de expansión se pierde. En cambio, un empeine muy suelto, es decir, un zapato que no se ajusta bien al pie en esta zona, resulta en que el pie se desplaza hacia adelante, el margen de expansión para los dedos se achica y el talón se sale del zapato. Como consecuencia, los dedos se encojen y agarran, haciendo fuerza con todo el pie para no perder el zapato.



Bueno ¡basta ya de explicaciones y definiciones! Ha sido mucha información

Vamos entonces por un resumen de lo es un zapato sano según mi criterio:


  • Suela plana, delgada y flexible con forma natural del pie para permitir máximo contacto con el suelo y máxima movilidad del pie.

  • Puntera ancha y alta para dar espacio para una posición y movilidad natural de los dedos.

  • Ajuste en el empeine para adaptar el zapato al pie.

  • Recomendación de talla que considera 17-12 mm de espacio como margen de desplazamiento y crecimiento.


Bajo este concepto Mamor Shoes quiere ofrecer zapatos sanos para todos los pies caminantes.





Referencias:


[1] En realidad el invento de zapato ergonómico no es ningún invento nuevo sino más bien una referencia a los primeros zapatos de la humanidad; pero esto sería materia para otro artículo, así que por ahora lo dejamos así.


[2] …o Dios, o… o como quieras llamarlo según tus creencias.



[4] Los resultados se distinguen dependiendo del estudio

 
 
 

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